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Museo y Biblioteca Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento

DE PUÑO Y LETRA DE SARMIENTO

Nos reencontramos con la figura de Sarmiento hombre, padre, hermano y amante a través de la lectura su correspondencia epistolar.

En un nuevo aniversario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento nos acercamos a la intimidad del prócer. Descubrimos su ser más personal mediante la lectura de misivas de su propio puño y letra. 

Te compartimos la correspondencia dirigida a sus familiares y amigos y su correspondiente transcripción. Agradecemos al Museo Histórico Sarmiento por compartirnos las cartas que configuran su patrimonio. 

Carta a su hermana, Procesa Sarmiento (25/03/1886)

Buenos Aires, marzo 25 de 1886.

Señora doña Procesa Lenoir

Mi querida hermana:

Aurelia Vélez te manda ese modelo para que enriquezcas y varíes tus preciosos trabajos. No es el primero tuyo que poseo. Aquel paisajito del molino lo coloqué yo en un marco llenando el espacio con raso azul plegado; y después de puesto el vidrio Eugenia pintó arriba una golondrina llegando, y yo abajo el mote home at last! No te puedes imaginar la gracia encantadora del cuadro del paisaje y el significado que adquirió con esto. He visto ramitos pequeños de Europa, pero siempre de flores pequeñitas y silvestres, como para llevar recuerdos de la naturaleza de un país.

Celebro que hayas recuperado tu salud, aunque siento que te molestes por completar mis personajes. Con un Franklin que compré en bronce (busto) tengo mi sala llena de notables en la historia y en el saber, que se relacionan conmigo.

Mi salud ha estado mal estos días; pero me restablezco. Creo que saldré este invierno al Paraguay o a Salta a los baños.

Te lamentas de tu situación, con muchísima razón. Yo te llevo la ventaja de no lamentarme aunque dadas las circunstancias no tenga mucho de que estar contento.

Hay un medio de ser feliz y es no creerse el más desgraciado. Fáltame a mí también a veces la resignación; porque habiendo cuidado poco de poseer para mí, consagré mi vida a mejorar la situación política de mi país. Estoy en las últimas jornadas y por lo que has presenciado en San Juan verás cual es mi desencanto y cuán distante estamos todavía de salir del estado de barbarie que creíamos haber dejado ya muy atrás. Lo que seguirá aquí y en todas la República está en vísperas de mostrarse, pero para mí, ya puedes imaginarte que estos seis años finales de la vida es bien precaria situación.

Por lo demás me gusta que la viuda se prepare mejor para llevar la vida. Cuando se examine pensaremos en los medios de que se venga para acá buscándole acomodo en La Plata.

Tengo con este motivo el placer de suscribirme tu afectísimo hermano.

Domingo

Carta a su hermana, Procesa Sarmiento (19/02/1883)

Buenos Aires, febrero 19 de 1883

 Sra. Procesa Sarmiento

Recibí el 15 tu lindo retrato, que te agradezco y conservaré. Unas fotografías han dado a mis facciones la expresión dura de la energía: otras la plácida satisfacción de las cosas, como las de Chile: tú le has impreso la bondad que me atribuyes como hermano y que acaso se disimula bajo la rudeza de mis facciones.

Me llegó de Chile y lo recibí el mismo día en la isla, un paisaje de óleo hecho por la señora de Fierro, la nieta de don José Miguel Carrera. Era hecho para mí y es un excelente modelo. Yo traje doce vistas de paisaje de Chile con el ánimo de hacerlas reproducir en cuadros para mis piezas. Hubiera deseado que tú los hicieres; pero me dicen que te falta la vista y se te fatiga pronto la que conservas, y es preciso no apurar demasiado a lo que nos va quedando. Yo pierdo el oído.

Tus cuadros de pastos son lindísimos y están llegando de Europa del mismo género.

Consérvate, y todavía esperemos algo de tiempo.

Yo he vuelto a las islas y pienso emprender trabajos que prometan utilidad. Así que formalice algo he de pensar en ti, Sofía y su hijo, que pudieran venir.

Te haré un encargo. Mándame acomodando algo, aquella paja de las ciénagas de los arrieros hacen coronas para los aparejos. Puede ser industrial aquí; pero ante hazme recoger semilla que viene tres o cuatro granos en la punta de paja, para sembrarla en terrenos análogos.

Quedo con este motivo tu afectísimo hermano

Domingo

Carta a su hermana, Bienvenida Sarmiento (noviembre de 1874)

Buenos Aires, noviembre de 1874.

Señora Bienvenida Sarmiento.

Mi estimada hermana.

Como suelen mandarme frutas, dulces u otras cosas de casa, y sería largo decir a cada una la que deseo te dirijo esta, para que sea como un cartel puesto a la vista de todos.

Grande impresión causaron aquí los rosarios de higos como les llamaron sartas de brevas. Si las hay buenas mándame. Feas son demás.

Las aceitunas remojadas o aprensadas son siempre bienvenidas.

Las conservas de membrillo tan rubias como vienen se las disputan mis amigos. Don Manuel Ocampo echa menos los dulces.

He ofrecido a Da. Chipa Lavalle duraznos, descarozados, escogidos para mandar a Suecia en Europa. Haz que se obtengan para ello los mejores.

Dile a procesa que me mande su receta de duraznos en aguardiente que eran buenos, para hacerlos aquí en las islas en lugar de traerlos de San Juan.

Cualquiera de estas cosas que manden háganlo por las sillas de posta a mi nombre, encomienda de frutas escrito. No creo de San Juan puedan mandar uvas. Las que mandó Faustina y otras se han perdido siempre por mal acomodadas y la distancia. De Mendoza llegan buenas.

Mándenme siempre que puedan conserva de membrillos. Las pasas de higos no tienen demanda sino en las brevas en (ileg.).

Las últimas que mandó la de Klappenbach de moscatel eran exquisitas aunque un poco resecas. Vaya una carta que solo contendrá objetos y cosas de comida. Mi salud está buena, aunque con ataques a la garganta y supuración ya permanente de un oído, aunque no sordo. No tengo siempre aquella poderosa digestión de antes, y ahora que tengo pepinos no puedo siempre responder de ella.

He tenido cartas de Faustina, Victorina y Sofía.

No sé de Paula y sus hijos hace tiempo. Aquí está Clemente a quien no veo porque no me busca. Dejó su empleo en la Aduana por buscarse otro mejor, que yo no podía proporcionarle.

Mil cariños a todos y dispón del afecto de tu hermano.

Domingo.

Carta a su hermana, Bienvenida Sarmiento (1/06/1873)

Buenos aires, 1° de junio de 1873.

Sra. Bienvenida Sarmiento

Mi querida hermana:

Las ocupaciones que me da Jordán no me privan del placer de mandarles algún recuerdo. Lloveras el pariente les entregará un paquete conteniendo mantas de abrigo para las cuatro hermanas y las dos viudas, hija y sobrina (Victorina). Repártanselas por sus talles. A Rosario le envío a más de una Bouganvillia roja, doscientas clases de semillas de flores de que no sabrá que hacerse y cuyos nombres el diablo sabrá cuales son pues solo llevan los botánicos. Van dengues. Allá se los campaneará. El Pariente les contará cuál es mi vida y mis pocas relaciones y como ustedes me vieron luchar con el Chacho, así mas o menos me las tengo con estos pícaros de por acá.

El Congreso está de buen humos y no me fastidia, dejando muy desencantados sin duda a los tontos de por allá, que cuentan con que a fuerza de barbaridades, han de llamar la atención. Nadie ha preguntado en que pararon los enredos de San Juan.

Estoy enfermo de la garganta; y el cigarro y la vida irregular que llevo cuando estoy agitado mantienen el malestar. Pero así se vive y pasa el tiempo.

Recibí todos los dulces y los pañuelos tan lindamente bordados que me mandaste.

Con muchos cariños a todos, quedo de todas ustedes afectísimo hermano.

Domingo

Carta a su nieto, Augusto Belín (15/02/1874)

Buenos Aires, febrero 15 de 1874

Señor D. Augusto Berlin

Mi estimado nieto:

Te escribo el día de mi cumpleaños, es decir que dejo atrás sesenta y tres años bien contados, lo que es una buena admonición para sobrinos y nietos, a fin de que no cuenten mucho sobre báculo tan carcomido.

Debo decirte, en honor tuyo, que tanto Balcarce como García y su señora, me hablan de ti siempre, como de un joven digno de la estimación de todos, por lo cual te felicito muy cordialmente.

Te escribo desde mi isla en la embocadura del Paraná, donde paso el verano preparándola para hacer de ella mi residencia de campo. Es bellísima, la vegetación es frondosa, y está en camino de los vapores, goletas, lanchas, y chalanas que suben y bajan del Paraná arriba.

Tengo conmigo una parte de la escolta de Gobierno, y te escribo en medio de la vacance, de los soldados a quienes he procurado máscaras(carnaval), y mediante un centenar de faroles chinescos que alumbran emparrados y glorietas les hago felices, divirtiéndose, bailando y haciendo can-can a la manera de los gauchos. El  cielito es el baile popular. Aún no llega un italiano, con su organito para hacer más espléndida la fiesta.

Sabrás ya que el rebelde Jordán* fue derrotado, y aniquilada la rebelión en una gran batalla, en cuya ordenanza tuve no pequeña parte. Había prometido zolemnemente en una reunión pública concluir con la guerra civil en un mes, y aquella batalla, cuyos elementos había preparado, la puso fin a los veintiún días.

Luego sobrevinieron las elecciones de los diputados que han de influir sobre el nombramiento de nuevo Presidente y los partidos se preparaban a degollarse entre sí, sin contar con la huéspeda, como decimos en español.

Hice venir cuatro batallones de línea, el orden se mantuvo en todas partes, y donde no, los puse a buen recaudo, antiguo español.

Hablemos ahora de otros negocios. Un vapor que salió el día de ayer, te llevo un cajoncito rotulado a ti, conteniendo pedazos de palo seibo. No sé si pueda incluirte el conocimiento. Desgraciadamente lo he olvidado en Buenos Aires.

El seibo es el árbol que cubre las islas del Paraná. Apenas tiene la contextura de árbol en sus fibras, aunque la forma lo coloque en esa categoría. pesa fresco o verde enormemente. Pero es como corchos y no da pábulo al fuego. Se disuelve al aire o en el agua el polvo farináceo, dejando apenas rastro de su existencia. Tengo mis sospechas de que será una materia papirácea, excelente, como ninguna otra planta; y a fin de que la hagas ensayar te mando échantillons de renuevos, de manera verde, y de seca.

Si ensayada prometiese buenos resultados, con una patente aquí podría montarse una fábrica de papel de seibo, con las muestras del papel, o cartón que tú enviases, y éste podría ser un buen negocio para mí y para todos ustedes.

Hablo de cartón, porque ahora que, como en el Japón, empieza a aplicarse esta pasta a la construcción de edificios, podría ser fabricado de seibo, tan útil como el papel mismo; pues es tal la abundancia y la actual inutilidad del árbol que podría abastecerse al mundo, de papel o carbón, sin pagar precio alguno por la materia prima. Aquí no hay más madera y tablazón que la que se introduce de los Estados Unidos y Rusia; y sería aplicado como el cartón a los usos civiles. Puede ser esto una gran cosa, o una nimiedad.

En cuanto a negocios de librería, recién puedo ocuparme de ello, por haber faltado hasta ahora el precio de los primeros envíos y faltar siempre una cuenta general del pedido.

Luego te irán cinco o seis mil pesos (frs.) para renovar la provisión de libros. 

Como envío a las repúblicas del Pacífico un ministro plenipotenciario lleva encargo especial de solicitar la concurrencia de los otros gobiernos sudamericanos o del habla castellana, en fin a entrar en el sistema de bibliotecas populares, que con tan buen éxito se ha ensayado aquí. La idea se reduce a esto. La España y sus colonias carecen de movimiento propio del pensamiento que avanza el progreso intelectual. No produce libros propios, y para traducirlos, los libreros no encuentran mercado seguro y lucrativo. Ahora pues, si toda la América española por medio de subvenciones del Estado, y suscripciones del vecindario, alcanzarse a organizar tres mil  bibliotecas, para proveer de lectura a otras tantas ciudades, villas, y villorris los libreros editores tendrían seguridad de colocar desde luego, dos o tres mil ejemplares de una edición que les asegurase el capital, y estimularse a nuevas empresas, con lo que el castellano se enriquecería de los libros que actualmente fijan la atención de los pueblos cultos, y se lograría, así, que un libro recientemente publicado penetre inmediatamente en los lugares más apartados de cada estado.

Si quisiera Hachetto por ejemplo publicaría en castellano Le Soleil del padre Sechi, estoy seguro de que tendría un buen expendido por toda la América.

Las introducciones dadas al Ministerio han de ser impresas para darles circulación, y buscar apoyo a la idea. Así que lo sean, te mandare ejemplares que puedes reproducir y por  medio de García y de Balcarce hasta llegar al cuerpo diplomático sudamericano, a fin de que apoyen la adopción del sistema que tantos bienes promete. No olvido, por supuesto, la  parte que en ellos tendían la iniciativa de tu buen protector M. Hachette pues lo que ha hecho ya sin estímulos dicen cuándo harían cuando se hubiese generalizado el pensamiento.

Tengo muchas cartas que escribir y ya he traspasado los límites de una.

Con mil recursos a tu tío y al señor Hechette, tengo el gusto de suscribirme tu afectísimo abuelo                                                                

D.F. Sarmiento

Carta a su nieto, Augusto Belín (22/09/1867)

Nueva York, septiembre 22 de 1867

Señor D. Augusto Belin

Mi querido Augusto:

Acaso por algún error mío, porque no sé explicármelo de otro modo, no haya tu tío recibido la correspondencia que al llegar a Nueva York le dirigí incluyendo cartas para ti y Mr. Eugene. Lo que no puedo reparar es la pérdida de dos cartas de tu madre, aunque te incluya en estas dos nuevas. Mucho se hablaba de tus deberes, y de la necesidad de dar gusto a tus parientes y aprovechar tiempo y dinero pues es preciso tener siempre presente que para abrirte camino y adquirir posición y medios necesitas una buena educación. Yo haré por ti cuanto pueda; como por toda tu familia. Es mi deber y mi más grato placer. Pero, y ¿si no puedo? ¿Y si muero? Ya estoy entrado en años y las vicisitudes de la vida se distribuyen por igual entre jóvenes y viejos. ¿Te acuerdas de Soriano Sarmiento que vivía enfrente de la Escuela y la construyó? ¡No existe! Marcos* tu primo hermano murió en la guerra. Ya ves pues, los caros que se hacen en nuestra familia. No sé cómo tú no me has escrito dándome noticias tuyas. Tus tíos podían aguardar a que yo les escribiese, pues así lo prescribe el uso; pero tú me debías esa consideración. Necesito saber de ti, de tus estudios, de tu vida. Desgraciadamente, te falta todavía aquel deseo de ser querido, estimado y recordado con gusto que es nuestro propio interés, tanto como nuestro deber. El primer impulso del corazón debiera ser volver a su familia, a sus padres, los hijos. El primer rasgo de cultura del niño, es el deseo de tener contentos a otros. Vé las plantas. El abrojo es la ruda producción de la naturaleza, síguesele el árbol espinoso, útil pero ofensivo. Vienen las plantas útiles y agradables; las frutas y las flores. Cuando la silvestre dalia ha sido cultivada se reviste de todos los colores, como si quisiese recompensar a la vista el cuidado que se le prodiga. Tú eras abrojo; y no pasas todavía de ser un arbolito espinoso y desapacible. Ojalá que a tus tíos no les hagas a veces arrepentirse de haberte recibido en su casa.

Como espero que no suceda eso, aguardo con ansia tus cartas, a fin de que en ellas me cuentes todo lo que creas haya de interesarme. Escoge un tamaño de papel dado, y siempre escríbeme en francés y cuida de que la letra sea excelente. Tu huyes del trabajo; pero luego hallarás placer en expresar tus ideas. A tu madre no dejes de escribirle todos los meses. Cuéntale historietas, descríbele lugares, todo eso la entretendrá e instruirá a tus hermanitas, que gozarán mucho de leer, reunidas todas en círculo, una linda carta en francés escrita por el hermano que está en París. Si tú hallas desabrida esta tarea, que tanto placer causará a otros, cómo concibes que yo pueda tener gusto en escribirte a ti, tan niño, cuando tengo cosas tan serias de qué ocuparme y a veces hombres muy grandes a quienes escribir. Pero lo hago con placer, créemelo; por la esperanza de que tú lo tengas en leer mis cartas, y deseoso de que aproveches de mis consejos. Sobre todo quisiera despertar en tu corazón los sentimientos de amor y adhesión que me parece están como embotados. Somos felices por los que amamos y por los que nos aman. Sin eso la vida es un desierto.

Escríbeme pronto, largo y bien. Quedo tu afectísimo padre.

D. F. Sarmiento 

Carta a su nieta, Eugenia Belín (4/07/1886)

Termas de Salta, julio 4 de 1886

 Mi querida Eugenia

 Está precioso el retrato de Dominguito. Tiene en los ojos expresada la actividad de su inteligencia y en la boca la seriedad del niño travieso pronto a sentir el costado cómico de las cosas. No sé cómo pueden aligerarse más las sombras al pasarlo al zinc. Esto se verá en los ensayos. Los brazos sí que no me parecen las hachures de mano de grabador que es el mérito de tu dibujo. Creo que gustará mucho este trabajo de capitán, aunque de paisanos hayan otros muy buenos.

 Me escribe Augusto, que el retrato de Gómez es generalmente gustado. No sé lo que tienes entre manos, pero no me dices si has concluido el retrato de Aurelia que supongo bueno.

 No te atarees, ni fatigues, evita resfriarte, como no supe evitarlo yo, cuando entregado a la pasión del trabajo, olvidaba llenar aun las necesidades de la vida.

 Escribiendo Argirópolis contraje la enfermedad que tanto me hace sufrir.

 Consérvate buena y cuídate, que acaso tengas a mi muerte que atender a tu familia.

 Tu abuelo

 Domingo

Carta a su amiga, Mary Mann (13/12/1866)

Nueva York, diciembre 13 de 1866.

 Mi estimada amiga: Por corresponder a su solicitud tomo la pluma. En la guerra ha muerto mi hijo, de un balazo en un pie, por donde se desangró antes de recibir auxilios. Después le mandaré los diarios de Buenos Aires con los discursos pronunciados en su tumba. Ha sido, un día de duelo para toda la ciudad. Era el ídolo de todos. Una esperanza para la patria. Para mí era todo, y una muestra de lo que puede la educación. A los veinte años era ya el primero de todos por el saber, el patriotismo, y la popularidad. A los quince era ya hombre admitido en la sociedad, mimado por los viejos, seguido por los jóvenes, distinguido por las damas. Había nacido con las dotes del corazón y la inteligencia; y yo lo había dirigido desde los primeros pasos. Enseñéle a leer, sin molestia, de edad de tres años y medio, al calor de la chimenea, escribiendo con un carbón las palabras, en un libro en blanco que todavía existe. Allí está escrito de esa edad con su mano y carbón la palabra de Sarmiento, para mostrarme que ya entendía. Se haría una novela extraña si le contase todos los incidentes de su vida que mostraban el talento, quizá el genio, el corazón, el carácter. A los once años acometió a un ladrón y le quitó el sombrero de otro niño que se había robado. A los diez y ocho estaba en correspondencia con Ventura de la Vega, poeta español, a causa de un juicio crítico sobre su tragedia de la muerte de César, y publicaba la traducción de París en América. A los 21 ha muerto, combatiendo como un héroe. Como es necesario recibir grados en la Universidad y terminaba sus estudios este año, esperaba eso para traerlo a mi lado. La muerte lo ha arrebatado, como una linda flor que se quiebra sobre su tallo.

Tengo que conformarme, y ya estoy más resignando, aunque el recuerdo de sus gracias infantiles, sus juegos conmigo me haga llorar más que la idea de su trágica y sangrienta muerte. No puedo recordarlo sino alegre y riendo y esto me hace sufrir más. Estos días estaré más tranquilo. Le agradezco su tierno interés, y quedo su desconsolado amigo

D. F. SARMIENTO.

Carta a su hija, Faustina Sarmiento de Belin (26/11/1869)

Nueva York noviembre 26 de 1869

Sra. Faustina Sarmiento de Belin

Mi querida hijita:

Recibí tu sentida i lastimera carta después de la pérdida de tu marido, y te he ayudado nuevamente a sentir su desgracia que haces bien de llorar, pero es preciso conformarse y hacer un esfuerzo para sobreponerte a tales golpes. Yo tengo quizás para mi desgracia esa fortaleza. Tanto he sufrido; tantas esperanzas se han hecho humo; tantas realidades felices se han convertido en desgracia que tengo callos en el corazón. Consuélate con tener un padre y con mis pensamientos de acabar mi vida a tu lado. Tu i tus hijas serán en adelante mi familia y en mi vejez tu me cuidarás en San Juan, en Buenos Ayres

No es imposible que me resuelva a hacer que te vengas a vivir conmigo, si dos de tus niñitas allá, y te traes otras dos. Todas es imposible porque la vida cuesta un dineral.

Ramón Salcedo me costaba cuatro y a veces seis pesos diarios. Tengo una respetable Señora de Boston Mrs Mann que se encarga de enseñarle el inglés, tenerle cerca de tu casa, educar a tus niñitas y ayudarte en todo. Después vendras a vivir conmigo aquí o en Washington. No estoi resuelto todavía; pero como recién comienza el invierno que es crudo aquí no conviene que vengas a Junio o Julio, para lo que saldrías de Argentina en Abril i en Buenos Aires tomarías el vapor que tiene directamente a los Estados Unidos. No se necesita más que dar ordenes a mis apoderados para que te den dinero, y el mejor preparativo que necesitas es desprenderte de todo, exepto ropa blanca, a fin de no pagar fletes i recargarse de cosas que son inútiles. Tus dos niñitas del medio se educaron aquí i adquirieron medios de bastarse a sí mismas; y tu tratarás de hacer útil la parte de vida que te queda que es larga.

Guarda reserva sobre esto que no salga a la calle.

A Bienvenida le escribirán probablemente desde Buenos Aires porque allí estará sola en relación con mis amigos.

El dinero que mientras tanto necesitas, se lo pedirás a mi nombre y por mi cuenta a Carrié, quien librará contra Sarratea que ya está prevenido. Así pues no te impongas privaciones innecesarias.

De Augusto no sé sino que se porta mui bién i es mui querido de todos. Le mandé tu carta; y como yo he llegado en estos días de Washington y parto a Rhode Island, no sé si tendré tiempo de verlo antes de despachar esta carta. Mi salud está buena.

Celebro mucho que tu hermano de Paris se interese en tu suerte y se encargue de Julio de quién hará un francés y yo de Augusto un yanquie.

Tu padre

Domingo

Carta a su amor, Aurelia Vélez 

[...] 

He recibido tu recelosa carta del 8 de diciembre extrañando mi silencio y recordándome posición y deberes que no he olvidado.

Tus reproches inmotivados me han consolado, sin embargo; como tú, padezco por la ausencia y el olvido posible, la tibieza de las afecciones me alarma. Tanto, tanto hemos comprometido que temo que una nube, una preocupación, un error momentáneo, haga inútiles tantos sacrificios. Te quejas de no haber recibido en 15 días cartas; y sobre este delito fraguas ya un ultimátum. Pero, ¿si no hubiese sido posible escribirte con seguridad? ¿No has visto que, a tu padre, a tu madre a alguien de los tuyos escribo para recordarte que mi alma anda rondando cerca de ti? ¿y si esas cartas no se han recibido todas? ¿No temes que alguna tuya se perdiese?

 La verdad es sin embargo que tu amiga me alarmó con las prevenciones que me hicieron temer un accidente, pues ella anda muy cerca de las personas en cuyas manos una carta a ti, o tuya, sería una prenda tomada.

He recibido tu primera carta, y una segunda en que me decías que no tenías voluntad de escribirme nada más. ¿Y con este capital crees que quedan justificados tus amargos reproches? Sé, pues, justa y tranquilízate.

No te olvidaré porque eres parte de mi existencia; porque cuento contigo ahora y siempre.

 Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todo; y yo te agrego, a pesar de mi ausencia, aunque se prolongue, a pesar de la falta de cartas cuando no las recibas. Estos dos años que invocas velan por ti y te reclaman como la única esperanza y alegría en un piélago de dolores secretos que tu no conoces y de estragos causados por nuestro amor mismo.

A mi llegada a Mendoza avisé a Juanita que escribiese, no pudiendo hacerlo yo, para que supieses mi llegada. El correo está franco. ¿Por qué no escribes sin intermediarios? Hazlo en adelante y abandona este tema de las quejas que dan a tus cartas un carácter desabrido, haciendo más insoportable la separación.

Necesito tus cariños, tus ideas, tus sentimientos blandos para vivir. Un amigo de Córdoba me escribe: “No puedo disimularle que he recibido una impresión penosa al leer su carta, porque veo en ella reflejar un profundo desencanto que muchas veces he apercibido en el fondo de su pensamiento”.

Atravieso una gran crisis en mi vida. Créemelo. Padezco horriblemente y tú envenenas heridas que debieras curar. Al partir para San Juan, te envío mil besos y te prometo eterna constancia. Tuyo.

Transcripciones extraídas de los siguientes libros:

PALCOS, A., (1944). PÁGINAS CONFIDENCIALES.  SUS LUCHAS – SUS PASIONES – SUS TRIUNFOS – LAS MUJERES EN SU VIDA. Editorial Elevación. Buenos Aires. Argentina

EROSTARBE, J., (1997). EL EPISTOLARIO ÍNTIMO DE SARMIENTO. Editorial EFU – Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan

Bellotta, Araceli. (1997). Aurelia Vélez. La amante de Sarmiento. Una biografía amorosa. Planeta.